Oración de clausura para la confraternidad
Me gustaría daros las gracias. Gracias por vuestro sí a la llamada de Dios de ser transmisores de la fe. Vuestro papel como maestros de la Iglesia es un papel infravalorado e incomprendido. Gracias por todo el tiempo, el esfuerzo y el sacrificio que dedicáis a enseñar a los demás la fe que vosotros mismos amáis. Dios os recompensará con muchas bendiciones por este hermoso regalo que le habéis hecho.
La Iglesia ha desarrollado un conocido adagio latino que dice Nemo potest dare quod non habet, es decir: no se puede dar lo que no se tiene. Para formar a los demás hay que formarse primero a uno mismo. Esto se hace realidad de diferentes maneras. Aprovechad los programas que os ofrece vuestra parroquia o diócesis, orientados a la formación de catequistas. Una gran parte de la formación de uno mismo pasa por la oración. Todo trabajo apostólico fructífero comienza con una vida de oración seria. En la oración, sacamos agua de la fuente viva del corazón de Cristo, que a su vez nos sostiene en todos nuestros esfuerzos apostólicos.
La oración del Señor
1020 El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús la ve como un paso hacia él y una entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia pronuncia por última vez las palabras de perdón y absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por última vez con una unción fortalecedora y le da a Cristo en viático como alimento para el viaje, habla con suave seguridad:
Sal, alma cristiana, de este mundo en el nombre de Dios Padre omnipotente, que te ha creado, en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que ha sufrido por ti, en el nombre del Espíritu Santo, que ha sido derramado sobre ti. ¡Adelante, fiel cristiano!
Que vuelvas a [tu Creador] que te formó del polvo de la tierra. Que Santa María, los ángeles y todos los santos salgan a tu encuentro cuando salgas de esta vida. Que veas a tu Redentor cara a cara. 591
1021 La muerte pone fin a la vida humana como el momento abierto para aceptar o rechazar la gracia divina manifestada en Cristo.592 El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en su aspecto de encuentro final con Cristo en su segunda venida, pero también afirma repetidamente que cada uno será recompensado inmediatamente después de la muerte de acuerdo con sus obras y su fe. La parábola del pobre Lázaro y las palabras de Cristo en la cruz al buen ladrón, así como otros textos del Nuevo Testamento hablan de un destino final del alma, que puede ser diferente para unos y para otros593.
Ofrenda matutina
Primera parte La profesión de fe Sección uno “Yo creo” – “Nosotros creemos” 1. ¿Cuál es el proyecto de Dios sobre el hombre? 1-25 Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un plan de pura bondad, creó libremente al hombre para hacerle partícipe de su propia vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, llamando así a todos a su Iglesia y, por obra del Espíritu Santo, haciéndolos hijos adoptivos y herederos de su felicidad eterna. CAPÍTULO PRIMERO La capacidad del hombre para Dios 30
183-184 La fe es la virtud sobrenatural necesaria para la salvación. Es un don gratuito de Dios y es accesible a todos los que la buscan humildemente. El acto de fe es un acto humano, es decir, un acto del intelecto de una persona -impulsada por la voluntad movida por Dios- que asiente libremente a la verdad divina. La fe también es cierta porque se fundamenta en la Palabra de Dios; actúa “por medio de la caridad” (Gálatas 5,6); y crece continuamente a través de la escucha de la Palabra de Dios y de la oración. Es, incluso ahora, un anticipo de las alegrías del cielo. 29. ¿Por qué no hay contradicción entre la fe y la ciencia? 159 Aunque la fe está por encima de la razón, nunca puede haber contradicción entre la fe y la ciencia porque ambas tienen su origen en Dios. Es Dios mismo quien nos da la luz tanto de la razón como de la fe.
Oración por los profesores de catecismo
La oración es una invocación o un acto que busca activar una relación con un objeto de culto mediante una comunicación deliberada. En sentido estricto, el término se refiere a un acto de súplica o intercesión dirigido a una deidad o a un antepasado divinizado. En términos más generales, la oración también puede tener como objetivo el agradecimiento o la alabanza, y en la religión comparada se asocia estrechamente con formas más abstractas de meditación y con los amuletos o hechizos[1].
La oración puede adoptar diversas formas: puede formar parte de una liturgia o un ritual establecido, y puede realizarse en solitario o en grupo. La oración puede adoptar la forma de un himno, un encantamiento, una declaración formal de credo o una expresión espontánea en la persona que reza.
El acto de la oración está atestiguado en fuentes escritas desde hace 5000 años. Hoy en día, la mayoría de las religiones principales incluyen la oración de una forma u otra; algunas ritualizan el acto, exigiendo una secuencia estricta de acciones o restringiendo quién puede rezar, mientras que otras enseñan que la oración puede ser practicada espontáneamente por cualquier persona en cualquier momento.